El presidente incansable

Alejandro Blanco será reelegido este miércoles como presidente del Comité Olímpico Español. Desde el primero de sus seis nombramientos, allá por septiembre de 2005, han desfilado por el mundo tres Papas de la Iglesia Católica, cuatro presidentes de Estados Unidos, tres presidentes del COI, dos Reyes de España, tres presidentes del Gobierno y ¡nueve secretarios de Estado para el Deporte! De aquí hasta que acabe su próxima legislatura, cuando cumpla los 24 años de mandato, es muy posible que esta lista haya aumentado. Pero Blanco seguirá ahí.

Un periplo de esta dimensión solo es posible con un respaldo sólido del deporte español. La vez que menos respaldo tuvo, con un apoyo del 93%, fue en su primera presidencia. Lógicamente, siempre se escuchan voces discrepantes, más en corrillos cerrados que en altavoces públicos, pero malo sería que no las hubiera. El caso es que, veinte años después, Alejandro sigue al frente de olimpismo español. Y eso hay que ponerlo en valor.

El termómetro más fiable para calibrar esta etapa es echar la vista atrás y comparar lo que hay ahora con lo que había entonces. El COE era en 2005 una casa de la aristocracia, bastante cerrada a los deportistas y a las federaciones, cuya principal función consistía en convertirse en una agencia de viajes en cada Juegos Olímpicos. Desde la llegada de Blanco no solo se ha abierto al deporte, que es su esencia, sino que abarca espacios de debate al ritmo que marca la sociedad como el futuro del deportista, mujer e igualdad, hábitos saludables, sostenibilidad, integración… Entre las espinas clavadas persiste la ausencia de unos Juegos en Madrid o en los Pirineos, y la falta de modernización del modelo del deporte español. Lo primero no será en los próximos cuatro años, aunque las bases están puestas, si se quieren aprovechar. Y en lo segundo anda trabajando actualmente Blanco… Siempre incansable.

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