Rayo Vallecano - Real Madrid

Rayo y Real Madrid, desde los ojos que más los vieron

AS reunió antes del derbi a los socios número 1 de ambos equipos, Rafael Garrido y Sergio Nieto, que suman 187 años, para desempolvar los recuerdos de toda una vida.

Sergio Nieto posa con su camiseta del Real Madrid (el 100, por sus años) y Rafael Garrido, con la del Rayo (el 1, por su número de abono).
AStv
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Sus ojos prácticamente lo han visto todo. Sus arrugas no son más que las cicatrices del paso del tiempo. Sergio Nieto Díaz Albo (Madrid, 1924) y Rafael Garrido Paya (Ibros, Jaén, 1937) son los socios número 1 de Real Madrid y Rayo. Dos testigos de excepción de la vida de sus clubes, como AS lo fue de su encuentro. “¿Cuántos años tienes, Rafa?”, le preguntó el anfitrión. “Yo 87, ¿y tú?”, respondió el franjirrojo. “¡Pues yo cien!”, se apresuró a decir Sergio. “¡Anda, como mi Rayo!”, bromeó el vallecano, que lucía un pin con el escudo siempre cerca del corazón. Esas risas sirvieron para romper el hielo.

Sergio nació el mismo día en que la Agrupación Deportiva El Rayo cumplía cuatro meses y fue su padre, conserje del Banco Credit Lyonnais, quien le hizo socio en 1932. “El equipo jugaba en Chamartín y en esa época anterior a la Guerra Civil conquistó dos Ligas. Yo siempre he visto al Madrid ganar títulos”, recordó el merengue, que estuvo yendo al Bernabéu hasta 2022. Ahora sigue a los de Ancelotti por la tele de su casa, situada cerca del Retiro. Rafa, por su parte, puede contar con los dedos de una mano los partidos que se ha perdido en Vallecas: “Mi padre trabajaba para Ezequiel Huerta, uno de los fundadores y presidente entre 1943 y 1946, cosiendo las botas y los balones. Como él se llamaba Pedro, a mí me decían Periquín. Hasta los 14 años entraba gratis y, ya con 16, pagaba una peseta al mes”. Él ha visto al Rayo jugar de blanco y en todos los campos: Las Erillas, Rodival y Vallecas. “Había mucha rivalidad con el Plus Ultra, esos duelos reunían a unas 2.000 personas”, subrayó el franjirrojo, a lo que Sergio añadió: “Igual también me viste a mí, porque yo jugaba de extremo derecho en el Amateur del Madrid con Heliodoro Ruiz. Un día ganamos la Copa de Educación y Descanso por la mañana y Bernabéu nos invitó a comer. Ahí nos regalaron una entrada para el partido de la tarde. Fue aquella en la que le metimos 11-1 al Barça en unas semifinales de Copa”.

“Fuimos amigos, además de ser un fenómeno jugando lo era ligando”

Di Stéfano

Los dos socios número 1 desprendían complicidad. Se mostraron sus respectivos carnets, fotos en blanco y negro y unas camisetas personalizadas con sus nombres. No es de extrañar que ambos hayan transmitido esa pasión a las nuevas generaciones, como María José, la hija de Sergio, y Tamara, la nieta de Rafa, partícipes de esta emotiva reunión. Mientras, ellos, seguían tirando de su particular hemeroteca. “A mediados de los 60, el Madrid nos cedió a varios jugadores: José Luis López Peinado, Las Heras...”, expuso el rayista. “¿Las Heras?”, interrumpió el merengue, a lo que Rafa asintió: “Hablaban maravillas de él, pero quedó inconsciente tras un remate de cabeza y no volvió a jugar”. A partir de ahí, intercambiaron decenas de nombres. Los de Peñalva y Sito se mezclaron con los de Zamora y Lazcano. Míticos. “Los mejores que he visto son Felines y Potele”, defendió el franjirrojo. El aficionado blanco no titubeó: “Yo, a Di Stéfano. Llegamos a ser bastante amigos. De primeras tenía un carácter fuerte si no te conocía, pero luego era encantador. Yo jugaba pachangas con él los jueves en el campo de tierra que había en la esquina del Bernabéu. Además de ser un fenómeno jugando, también lo era ligando”. Las risas sonaron tan fuerte como un gol. “Alfredo también fue entrenador del Rayo. Y Camacho, Juande...”, apostilló Rafa.

Rayo y Real Madrid, desde los ojos que más los vieron
INMA FLORES

El vallecano ha presenciado todos y cada uno de los hitos de su club: los ocho ascensos a Primera, la UEFA, el Tamudazo, el histórico octavo puesto con Paco Jémez, las Superligas y la Copa del Femenino e, incluso, el despegue de otras secciones deportivas como la de béisbol. “Me quedo con el primer ascenso a Primera, cuando empatamos con el Getafe. Fíjate si lo veíamos claro que ese jueves ya tenía cien banderas para repartir”, escogió el entonces integrante de la peña El Changarro. A pesar de haber vivido más de 300 derbis, Sergio se decantó por las Orejonas: “He visto todas las Copas de Europa, pero nada como aquellas cinco seguidas con Di Stéfano y Gento al frente. Tampoco olvidaré el gol de Ramos en Lisboa. En nuestra generación, el Atleti siempre fue el gran enemigo a batir. No el Barça. Con ellos no hay tanto cariño como con el Rayo”.

El mismo aprecio y respeto que ambos socios se profesaron en cada momento, coincidiendo hasta en su percepción sobre cómo ha cambiado el fútbol. “Ahora, los jugadores enseguida se besan el escudo y parece que, en vez de un partido, vas a misa. Antes había más cercanía con los futbolistas e incluso podías tomar algo con ellos”, lamentaron. Rafa aprovechó para invitar a Sergio a su museo: “Nos juntamos para la segunda vuelta”. Allí, en su nave, el vallecano tiene expuestas más de 500 piezas franjirrojas: banderines, carteles, camisetas... Hasta los estatutos de la entidad. Algunos de esos objetos se los pidió el mismísimo Almodóvar para su película Volver. “La última adquisición es el Premio AS por nuestro centenario. El presidente me lo cedió para exponerlo y que la gente pueda visitarlo”, confirmó.

“Desde que se fue mi mujer, el amor de mi vida es el Rayo”

Sentimiento

El Real Madrid, por su parte, es otro mundo. Tiene su propio museo y su tour, invita a sus socios más antiguos al palco e hizo una noticia felicitando a Sergio por su siglo de vida. Mimos que anhela Rafa. “El Rayo no se acuerda así de nosotros”, dijo con ternura. Las miradas de los socios se cruzaron y cambiaron de tercio. “A ver, Rafa, del amor, ¿qué tal andas?”, sorprendió Sergio y una enorme sonrisa se dibujó en el rostro del vallecano: “Desde que se fue mi mujer, mi amor es el Rayo”. Teresa compartía esa pasión por la Franja. “Nuestra vida da para una novela, nos teníamos que juntar y escribirla”, le animó el hincha blanco.

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Los 90 minutos volaron y sonó el pitido final. No sin antes, mojarse con la porra. “Van a empatar a uno o a dos, porque habrá goles”, aventuró el local, mientras el visitante sentenció: “Empatan, empatan”. Lo firmaron estrechando sus manos. Antes de irse, se intercambiaron bufandas y piropos. “Sergio, yo firmo por llegar a los cien como estás tú. A ver si me das la fórmula de la eterna juventud”, lo abrazó Rafa, mientras el madridista lo elogió: “¡Qué energía y qué cuerda tienes! Para mí la quisiera...”. Todo un ejemplo de elegancia y deportividad entre casi dos siglos de amor a unos colores. Ese capaz de durar toda una vida.

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