Antonio Pampliega, corresponsal de guerra: “Esto ya no es la Segunda Guerra Mundial. Ahora hay que elegir bando”
El periodista y escritor presenta su nueva novela “Cowboys en el infierno”, donde ficción y realidad se mezclan en una historia que es de corresponsales pero también de aventuras.

A Antonio Pampliega (Madrid, 1982) se le ilumina la cara cuando habla de Periodismo. En mayúsculas. El que cuenta historias. El que mueve, el que conmueve. El que te lleva a cualquier lugar del mundo, y donde hay que elegir bando. “Siempre del lado de quién más sufre”, nos cuenta a Actualidad de AS. Presenta su nueva novela, “Cowboys en el infierno”, de editorial Dïeresis, un relato de ficción (pero no sólo), basado en un grupo de periodistas, amigos, hermanos de sangre, que les hizo vivir uno de los momentos más duros como fue el bombardeo sistemático de Alepo (Siria), y donde sus fotos, vídeos y textos recorrieron el mundo.
Tras 18 años siendo corresponsal freelance, este libro suena a despedida. Y lo es. Al menos una parte. Primero, porque si hay suerte habrás más novelas de aventuras y periodismo, más Cowboys; y, segundo, porque sigue haciendo reportajes diferentes, aunque ahora sea en España, en Cuatro en el programa ‘Territorio Pampliega’.
Pregunta - En serio es una despedida, ¿no es una pausa?
Respuesta - Sí es una despedida, a lo que el mundo freelance o corresponsal de guerra freelance se refiere. Yo empecé en el año 2008, con 25 años. Tengo 43, es decir, 18 años después, ya está bien. A lo mejor cuando mi hija sea más mayor... Hay que saber reciclarse y dar un paso al lado. He sido muy feliz cubriendo guerras, muy feliz, pese a todo lo vivido. Antes contaba historias en zonas de conflicto, pues ahora cuento historias en mi país que nunca había trabajado, y estoy muy contento y muy feliz, sí.
P - ¿No le entran ganas de coger el pasaporte a veces?
R - Se echa de menos, sí. Me hubiera encantado cubrir la guerra desde Gaza, no desde Jerusalén. O ir a Ucrania, pero me pusieron una sanción de 10 años y estoy vetado.
P - ¿Qué pasó en Ucrania?
R - En 2014 fui con José Manuel López y con Ángel Sastre a cubrir la guerra de Ucrania. En ese momento nosotros fuimos a la zona del Donbas que era prorrusa. Estábamos en una localidad que se llama Pervomaiskt, y los ucranianos empezaron a bombardear donde estábamos nosotros. Hicimos un reportaje para Al Jazeera, texto, foto y vídeo; se publicó y los ucranianos dijeron que nosotros lo que estábamos haciendo era mentir, que ellos no bombardeaban zonas civiles. En el vídeo se ve claramente, porque estábamos en un comedor social, cuando empiezan a bombardear y la gente tiene que huir y meterse en los refugios antiaéreos. Así que desde 2014 a 2024 no he podido ir porque estaba sancionado.
P - ¿Qué otros países le han vetado?
R - Turquía me ha sancionado dos veces por entrar ilegal en Siria. Siria durante los años de la guerra, como yo entraba con los rebeldes, me vetó para entrar directamente por Damasco y contar la guerra desde el otro lado. Irán también.
P - ¿Nos hemos hecho un mapa demasiado rápido y sencillo de quién es el bueno y el malo en cada guerra, hemos comprado las narrativa sin grises?
R - La diferencia entre las guerras modernas, llámese Afganistán, llámese Ucrania o llámese Siria, es que los periodistas solamente podemos ir con un bando y tienes que elegir. Por ejemplo, en Afganistán solamente puedes ir con las tropas de la OTAN porque los talibanes te secuestraban. En Siria, si vas con los rebeldes no podías ir con el régimen y viceversa; y en Ucrania pasa lo mismo. Si vas con los rusos no puedes ir con los ucranianos. Entonces, claro que te comes la narrativa. ¿Por qué? Porque solamente puedes enseñar el cuadro de la guerra desde una sola perspectiva, pero es que la otra mitad también tiene que ser contada.
Y es imposible contarlo porque no te dejan. Esto no es la Segunda Guerra Mundial donde los corresponsales iban de un bando a otro y contaban. Esto se ha acabado. Y es una pena. He estado 12 veces en Siria y jamás me han dejado ir, por ejemplo, a Damasco y contar cómo era la guerra desde Damasco y me hubiese encantado porque esa gente también estaba siendo asesinada por los rebeldes.
Que tampoco son hermanos de la caridad, nunca lo han sido, pero sí tenías que elegir bando y en ese momento el bando importante, el que había que contarlo porque era el que estaba sufriendo la represión del régimen, era el rebelde; entonces nos hemos comido, obviamente no solamente la narrativa en este caso, sino que nos hemos comido muchas. Ahí hay muchos puntos de lo que es la ética del periodismo.
He sido muy feliz cubriendo esta guerra, teniendo la suerte de conocer a estas personas que para mí son y han sido mi familia y lo siguen siendo. Y aquellos años, aquellos meses. Yo disfruté mucho a pesar de las cosas que veíamos. Y si me dieran la oportunidad de volver a aquellos años, volvía con los ojos cerrados. A pesar de todo. Volvería a hacer todo lo que he hecho durante estos 18 años. No me arrepiento de nada, ni siquiera de cuando nos secuestraron.
Antonio Pampliega, periodista
P - ¿No estamos en un buen momento?
R - No, no estamos en un buen momento, cuando nosotros empezamos a cubrir las revoluciones árabes y sobre todo, ya te digo, la de Siria, aparecían las nuevas tecnologías, los llamados periodistas ciudadanos, se podían cubrir conflictos con activistas. ¿Si ya los tenemos a ellos, para qué os queremos a vosotros? Y el futuro que viene da miedo también, ¿qué va a ser de las nuevas generaciones con esto de inteligencia artificial? Vas a poder escribir de una guerra desde tu casa poniendo cuatro ítems. Si tienes buena pluma, puedes escribir lo que sea. Se ha sabido que grandes novelistas, o grandes periodistas, escribían de guerras sin salir del hotel e incluso sin ir al destino. Es así de triste. En la primera Guerra del Golfo, en la del ’91, había gente que cubrió la guerra del Golfo desde Jerusalén y la guerra era en Bagdad.

P - ¿Por eso su libro es una novela?
R - Sí. No quería que el libro fuera un ajuste de cuentas, o una declaración de odio contra el periodismo actual, yo no quería cargar contra nadie. Es una historia de corresponsales de guerra, pero sobre todo es un libro de aventuras. Es una historia que puede leer cualquier persona; sí puedes reconocer a la persona que hay detrás si investigas un poco, pero no deja de ser un libro de aventuras. La historia es de los cinco que estuvimos en la peor batalla de Alepo.
P - Habla de esa época y sonríe.
R - Porque he sido muy feliz cubriendo esta guerra, teniendo la suerte de conocer a estas personas que para mí son y han sido mi familia y lo siguen siendo. Y aquellos años, aquellos meses. Yo disfruté mucho a pesar de las cosas que veíamos. Y si me dieran la oportunidad de volver a aquellos años, volvía con los ojos cerrados. A pesar de todo.
Volvería porque he sido muy feliz. Y es que cuando te gusta algo, y sobre todo nuestra profesión que es muy vocacional, tienes que sonreír. Cuando dejas de sonreír en una profesión es momento de pensar por qué e intentar buscar otra cosa. Yo dejé de sonreír haciendo lo que más me gustaba. Yo también tengo derecho a tener una familia, una casa, un coche o unas vacaciones. Ya te digo que con los ojos cerrados volvería a hacer todo lo que he hecho durante estos 18 años. No me arrepiento de nada, ni siquiera de cuando nos secuestraron.
P - ¿El día del secuestro intuyó algo?
R - Sí. El día exacto que nos secuestraron, yo lo intuí. Lo intuí porque el traductor, el fixer, me estuvo haciendo preguntas muy raras que nunca me había hecho nadie. Por ejemplo, el valor de las cámaras. A mí me pareció raro. Bueno, pues puede ser curiosidad. A lo mejor el chaval nunca ha trabajado con periodistas y no sabe cómo son. Y después, una cosa que me dijo claro, ahora a toro pasado sí que lo entiendes, me dijo ‘Antonio, yo solamente voy a cuidar de ti’. Desde que dijo eso, hasta que nos secuestraron, pasaron un par de horas. Cuando llegó la furgoneta, se atravesó, y salieron varios hombres dije ‘ostia, la hemos cagado’. Me intenté fijar rápidamente en los logotipos que podrían llevar, pero eran yihadistas sin ninguna identificación. En ese Alepo de 2015, donde hay Estado Islámico y donde hay Al Qaeda, y luego, obviamente los grupos salafistas y yihadistas, el peligro y el miedo nuestro era acabar con Estado Islámico porque ya habían empezado a decapitar periodistas; sabíamos que con ellos estábamos muertos.
P - ¿Es el conflicto que más le ha transformado?
R - Sí, hay un antes y un después. Siempre digo que como periodista me formé en Afganistán, que es mi primer conflicto y donde he estado 8 veces, pero donde yo me hago corresponsal de guerra es en Siria, donde he estado 12 veces y es donde me doy cuenta de lo que es realmente una guerra. Venía de cubrir otros conflictos armados como puede ser Afganistán o puede ser Irak. Pero claro, cuando entras en esa ciudad, en Alepo, machacada por la artillería y empiezas a trabajar en los hospitales y te das cuenta de lo que realmente es una guerra, con todo el drama que supone fotografiar niños muertos, familias destrozadas por la guerra, es donde te cambia un poco la la percepción de periodista, de ser humano, porque no hay que perder la perspectiva. Somos seres humanos y empiezo a trabajar con el dolor ajeno.
Como sociedad, como occidentales, no estamos preparados para ver el drama que estuvimos viendo en esa batalla, porque nadie está preparado para eso. Sí estás preparado para ver el cadáver de tu abuelo, de tu padre, a lo mejor de un accidente de tráfico, pero ¿que te traigan a un niño partido por la mitad? No estás preparado para eso. O, por ejemplo, el 4 de octubre de 2012. Aquello fue una masacre, o sea, el régimen bombardeó una escuela donde había niños jugando a las 16:30 h. de la tarde y te puedes imaginar cómo venían los críos, al que menos, le faltaba una pierna. Y claro, eso es un día, pero es que estuvimos mes y medio comiéndonos eso y cuando no era una escuela, era una línea de panadería, y cuando no, bombardeaban un mercado y cuando no, pues disparaban el tun tun; tengo un vídeo de un niño, tendrá como mi niña, 4 años, a lo mejor un poco más pequeño. Venía corriendo con un soldado y veo que tiene algo en el vientre; lo sigo, me meto en el hospital y cuando lo ponen en la camilla eran los intestinos, le había alcanzado un francotirador y los tenía todos fuera. ¿Qué pasa? Que nuestro trabajo es estar ahí, grabar o fotografiar y seguir y seguir y seguir y seguir y seguir con el dolor ajeno.
Llega un momento cuando volvemos, o cuando paramos, que nosotros no nos preocupamos de nuestro dolor y es donde aparece el estrés postraumático, que es una de las cosas que los corresponsales de guerra no hablan, nuestro propio dolor. Estás hablando con una persona que tiene estrés postraumático, que va todas las semanas a la psicóloga y una vez al mes a una psiquiatra, y está medicado por las cosas que ha visto durante las guerras y obviamente por el secuestro. Sí, y yo lo digo. No conozco muchos compañeros que vayan; en los últimos años he hecho de la salud mental mi caballo de batalla, se tiene que hablar de esto. En 18 años de trabajo enviando trabajo en zonas de conflicto sólo Guillermo Altares, de El País, me preguntaba cómo estaba y si necesitaba algo cuando mandaba material. Por eso he tardado tanto en escribir este libro, porque no quería ni podía volver a ver las imágenes. Están en mis discos duros y ahí se van a quedar.
P - Dicen los militares que cuando ves un muerto, se queda contigo.
R - No sé si todos se quedan contigo. Pero el primero seguro. En mi caso es un niño que yo vi en Afganistán, en el sur del país. Yo estaba con los norteamericanos en una unidad que se llama Medevac, son helicópteros de rescate, de evacuación médica y era un niño de unos 12 años. Había pisado una mina antipersona y se nos murió en el helicóptero; ese es mi primer muerto y además siempre hablo de él en las conferencias porque ese siempre estará conmigo. El resto… es que he visto tantos.
Pero sí me acuerdo de otro en Siria, que era un chaval, pues tendría 17, 18 años, y solamente tenía un disparo, un disparo al corazón de un francotirador. Le hago la fotografía a él solo en una mezquita, está tapado, y en un momento dado vienen sus dos hermanos, que tendrían mínimo 30 años. Se ponen a abrazar al muchacho y yo tirándoles fotos y solamente se escuchaba el sonido de la cámara. En un momento dado se giran, me miran y dije, es el momento de irme a mi casa. En ningún momento me dijeron vete, pero yo sentí que les estaba robando un momento de intimidad. Ellos entienden por qué estamos y lo que estamos haciendo, que es una cosa que dices, es para planteárselo porque yo no dejaría que nadie me fotografiase así, en el último momento, abrazando a mi hija o a mi madre o a mi mujer no, pero ellos entendían el papel del periodista y la importancia del periodista.
P - ¿Qué papel juega la esperanza en un conflicto?
R - La esperanza es lo que mueve el mundo. En el momento que pierdes la esperanza, se acabó; y es el momento cuando a lo mejor coges un arma, o te conviertes en yihadista o te unes a un grupo terrorista. Hablo de los sirios, que es donde está escrito mi libro; en la novela tenían esperanza en que la guerra se detuviese o por lo menos intervinieran los países occidentales a través de nuestras fotografías y nuestras historias. Por eso nos abrían las puertas de sus casas de par en par, por eso nos regalaban sus historias y por eso nadie, nadie, dijo nunca nada sobre qué estábamos haciendo en un hospital después de un ataque. Al contrario, eran ellos los que nos llamaban y eran ellos los que decían, estáis aquí para hacer fotografías, no estáis aquí para ayudar porque no sois médicos: o hacéis fotos, u os vais, eso nos lo dijeron en un hospital un día que vimos desbordados al personal sanitario y quisimos ayudar.
P - Siria vuelve a ser protagonista, el presidente Ahmed al-Charaa es recibido por los líderes de Occidente.
R - Cuando cayó el régimen, no te lo voy a negar, para mí fue un día muy feliz porque se acabó una guerra que ha matado a más de medio millón de personas. Una guerra que a mí me ha robado también a muchísimos amigos. Y que yo veía esperanza y paz para los sirios, pero también dije que habría que ver si no empezaban las limpiezas étnicas contra la etnia del presidente. Y efectivamente, han tardado. Han tardado dos meses y ahora el señor que está, que es un un tipo que era de Al Qaeda; de hecho, él fue el que estaba detrás de nuestro secuestro, este señor que hoy es presidente, que se corta la barba y que le da la mano a Donald Trump, él es responsable de mi secuestro. ¿Este es el que va a traer paz y esperanza para Siria? Pues lo siento mucho por los sirios. La prueba es que no todos los sirios han regresado a su país, y no sé si alguna vez lo harán; porque claro, hay que tener una estabilidad y unos mínimos y no sé si este señor se los va a dar.
P - ¿Qué le parece verle con Macron en París?
R - Como diría mi abuela, me da coraje, porque me doy cuenta de la hipocresía occidental que durante 13 años ningún país occidental ha querido intervenir. En los primeros compases de la guerra, que está contada en el libro, donde la gente que combatía eran sirios y no yihadistas, en ese momento no hubo ningún país occidental que intervino ni ayudó. Como pasó en Libia, hemos permitido que venga la peor calaña de yihadistas posiblemente de la historia, incluso por encima de Al Qaeda. Que alguien me explique, porque, ¿qué ha cambiado aquí? Porque es que yo no lo entiendo. ¿Qué ha cambiado este señor, a parte de que se ha cortado la barba y lleva traje? Porque sus ideas siguen siendo sus ideas, este señor sigue odiando a Occidente y a Israel, pero ahora lo han permitido.
¿Por qué hemos permitido que mueran medio millón de personas, que haya casi 6 millones sirios que son refugiados en otros países y casi 8 millones que son refugiados internos? Os habéis cargado un país y os da igual.
La hipocresía occidental no la entenderé nunca, sobre todo de los políticos. Las imágenes de Israel ahora se llevan reproduciendo desde el principio, o sea que en las últimas los últimos días Israel habrá matado a qué, a 100 personas al día pero es que lleva 57.000, entre ellas 200 periodistas. Aquí la pregunta tiene que ser a los líderes políticos, cuántas personas tiene que matar Israel para que los líderes políticos digan, hombre, pues os estáis pasando; es decir que si matan a una persona, no. Si matan a 100, tampoco a 1.000, tampoco a 10.000, tampoco a 40.000. Tampoco ahora que vamos casi por los 60.000, entonces sí, ahora sí; no, esto no puede ser, o sea, Israel está cometiendo un genocidio desde el principio. Desde el principio está masacrando a niños, o sea, lleva 17.000 niños muertos. 17.000. Ahora es el momento de decir basta, yo no lo entiendo, no entiendo por qué han dejado que mueran y sean asesinados 17.000 niños, de los cuales muchos eran menores de un año.
Cuántas personas tiene que matar Israel para que los líderes políticos digan, hombre, pues os estáis pasando; es decir que si matan a una persona, no. Si matan a 100, tampoco a 1.000, tampoco a 10.000, tampoco a 40.000. Tampoco ahora que vamos casi por los 60.000, entonces sí, ahora sí, no, esto no puede ser.
Antonio Pampliega, periodista
P - ¿Qué historia no ha podido contar?
R - Me hubiera gustado contar la caída del régimen sirio.

P - Leyendo su novela, ¿cree que habrá otro momento en que otro grupo de periodistas conecte tan bien?
R - Espero que sí. Al final lo que somos más que Cowboys, lo que somos, es hermanos de sangre. Llegará un momento en que haya esa simbiosis con esos mismos personajes, periodistas reales en otro tipo de guerras. Además, como muchos de los periodistas somos freelance, que somos los que cubrimos la guerra, tenemos que trabajar en grupo. Se volverá a repetir y espero que sí, porque eso es un periodismo que merece la pena y ya te digo a mí, es lo que me saca una sonrisa, pensar en todos mis amigos, porque yo me lo pasé muy bien con ellos, son gente maravillosa que a día de hoy sigo teniendo trato con ellos y a los que quiero mucho
Si no es ahora, será en otro momento. A mí me recuerda mucho lo que hemos hecho en la guerra de Siria con lo que hacían nuestros compañeros, por ejemplo, en la guerra de los Balcanes, Manu Gil, Gervasio Sánchez, Pérez-Reverte…
P - ¿Necesitamos seguir contando historias?
R - Necesitamos contar historias porque la gente quiere seguir escuchando historias y quiere seguir leyendo historias. O quiere seguir viendo historias. Por supuesto, si no, plataformas como Netflix o HBO, no apostarían por contar historias o no se escribirían más libros. Claro que queremos contar historias y la gente quiere saber; ahora, el problema es qué les queremos contar a la gente. Cuando encuentras una buena historia, te das cuenta que la persona ha invertido 234 minutos de su vida en leer tu historia, porque le ha parecido potente, interesante. O se lo ha visto todo. Ahora hay podcast que se escuchan durante horas. Las historias interesan. Claro que queremos contar historias, sobre todo historias que interesen y que sean impactantes. Eso será siempre el periodismo.
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