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De choferes de Uber a estrellas deportivas de Estados Unidos

En el mundo del deporte, las historias de superación son comunes, pero algunas destacan por su singularidad

Este es el salario de los conductores de Uber Eats en cada estado
Gonzalo Fuentes
Ariel Velázquez
Especialista en periodismo deportivo con vocación en investigación y en artículos de largo aliento.
Estados Unidos Actualizado a

Cuando el teléfono vibró en una sala de juntas dentro de las instalaciones de football de la Universidad de Carolina del Sur, Demetrius Knight Jr. no contestó de inmediato. Su cuerpo ya lo sabía. Era la llamada. Los Cincinnati Bengals lo tomarían en la segunda ronda del pasado Draft de la NFL. El linebacker se levantó, se echó las manos a la cara y lloró. Su esposa Jensy lo abrazó. Su hija Kamilla aplaudía sin entender. Malachi, su hijo más pequeño, se contagió y empezó a sollozar, un momento que como familia les cambió la vida.

La imagen —difundida por la cuenta oficial de Gamecock Football— es tierna, esperanzadora, viral. Pero no cuenta todo. No muestra los turnos que Knight hizo como repartidor de DoorDash tras perder contra Navy hace dos años. No habla de los días en que se quedaba sin saldo, sin gasolina, sin ánimo. Ni de las veces que su esposa se quedó largas horas con sus hijos para que él pudiera hacer pedidos y ganar dinero para comprar leche..

Knight no es un caso aislado. Es el último nombre de una lista creciente de atletas estadounidenses que han manejado autos alquilados, entregado hamburguesas y esperado propinas mínimas mientras sus sueños deportivos se cocinaban a fuego lento. Lejos de los reflectores, lejos de los contratos millonarios, lejos del ideal romántico del atleta universitario.

Ahora podrá olvidarse de cumplir con dos trabajos, ya que al ser tomado en segunda ronda, Knight podrá conseguir un cheque de por lo menos nueve millones de dólares.

En Estados Unidos, donde la meritocracia deportiva todavía vende boletos y fabrica narrativas, el trayecto hacia la cima suele pasar por una aplicación móvil.

Un catcher en el asiento del conductor

Antes de conectar su primer jonrón con los Yankees el pasado fin de semana contra Toronto, J.C. Escarra conducía para Uber en las calles de Florida. El receptor, liberado por los Orioles en 2022, se convirtió en una especie de hombre orquesta: maestro sustituto en escuelas públicas, entrenador de béisbol infantil, chofer por las mañanas, bateador designado en ligas menores por las tardes.

“Pasé de tratar de hacer roster en los entrenamientos de primavera a buscar estacionamiento en un centro comercial para entregar un pedido”, contó en entrevista. “Y en medio de todo, mi esposa embarazada, una renta que no perdonaba y un sueño que parecía cada vez más un hobby caro”.

De choferes de Uber a estrellas deportivas de Estados Unidos
El 27 de abril, J.C Escarra conectó su primer cuadrangular en MLB.EVAN BERNSTEIN

Escarra llegó a dormir en el sofá de sus padres. A veces, compartía la cena con el niño al que entrenaba después de clases. Otras veces entablaba conversación con los que iban en la parte trasera del auto.

Chofer de cinco estrellas

Randy Dobnak tiene una anécdota que parece escrita por un guionista con sentido del humor. Lanzador de los Twins, llegó a firmar un contrato de más de nueve millones de dólares. Pero antes de eso, era conductor de Uber con una calificación de 4.99 sobre 5.

“Fui más consistente como chofer que como pitcher al principio”, dijo entre risas. Dobnak pasó desapercibido en el Draft. Nadie lo seleccionó. Jugó en ligas independientes donde el pago era simbólico y el futuro improbable. Durante años alternó montículos y asientos, prácticas matutinas y carreras nocturnas.

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El beisbol lo encontró gracias a una combinación improbable de talento bruto, videos virales en YouTube y scouts que se atrevieron a mirar más allá de los nombres consagrados. Pero durante mucho tiempo, su principal herramienta de trabajo no fue el guante, sino el volante.

A.J. Francis y las entrevistas en movimiento

En la NFL también hay historias como la de A.J. Francis, tackle defensivo que pasó por Dolphins, Redskins y Seahawks. Durante la temporada baja, trabajaba como conductor de Uber. No por necesidad inmediata, sino por estrategia.

“Prefería tener ingresos constantes a estar esperando que el football decidiera por mí”, explicó. Francis incluso creó un show de entrevistas con sus pasajeros llamado Have Drive, que mezclaba humor, sociología callejera y anécdotas de vestidor.

Para él, conducir era una forma de mantener los pies en la tierra. Aunque a veces, el tráfico lo desesperara más que un quarterback con mucha movilidad.

El otro lado del NIL

La llegada del NIL (Name, Image and Likeness) al deporte universitario estadounidense ha cambiado algunas reglas del juego. Demetrius Knight lo vivió en carne propia. Su paso a Carolina del Sur vino acompañado de un pequeño contrato que le permitió, por primera vez, dejar de hacer entregas.

“No era mucho, pero nos alcanzaba para la renta y la comida. Lo básico. Lo humano”, dijo. “Por eso elegí ese programa. No quería lujos, quería tiempo con mis hijos, tranquilidad mental para estudiar y entrenar”.

Porque ese es el otro tema. Knight no sólo era atleta, esposo y repartidor. También era estudiante. Graduado en Literatura, Medios y Comunicación por Georgia Tech.

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Las historias de atletas que enfrentan dificultades económicas no son nuevas, pero muchas están teniendo el mismo denominador: antiguos trabajadores de Uber.

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