La planta milenaria que se vende a cientos de euros el kilo por sus propiedades y que nadie quiere cultivar
El cultivo del ginseng requiere mucha paciencia y una inversión a largo plazo, pues tarda entre 5 y 10 años en desarrollarse completamente.
Corea, Siberia oriental y parte de América alojan en sus tierras uno de los cultivos más caros del mundo. Hace aproximadamente mil años se descubrió en China el ginseng, una planta de raíz carnosa con forma humana (algo de imaginación hay que echarle) que es muy valorada por sus propiedades medicinales.
El ginseng es muy útil para aumentar la energía y mejorar el rendimiento físico y mental, estimular el sistema inmunológico, tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, mejora la función cognitiva, regula el estrés y mejora la salud sexual. Todo en uno gracias a sus compuestos activos clave: los ginsenósidos y la gintonina.
Por todo esto, el precio del ginseng es poco más o menos como el del oro. Seco, su precio puede rondar entre los 700 y los 1.300 euros el kilo, mientras que fresco se queda en unos 350 euros. Las raíces más antiguas tienden a ser más caras, como pasa con el vino.
Pese a estos precios asombrosos, pocos agricultores deciden embarcarse en la aventura del ginseng. El principal son las condiciones específicas que necesita, con sombras profundas (de entre un 70% – 80%), suelos ligeramente ácidos y bien drenados y climas fríos. También que tardan entre 5 y 10 años en dar rendimiento, por lo que la inversión tarda en tener retorno.
Además, el ginseng es muy susceptible a atraer enfermedades y plagas, por lo que requiere una atención constante durante el tiempo que termine en desarrollarse íntegramente. Además, hay países, como Estados Unidos, donde el cultivo y la venta de ginseng está muy regulado, por lo que los agricultores tienden a elegir otras opciones más fiables desde el punto de vista económico.
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