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Rafa Nadal en Roland Garros: una huella imborrable

El balear recibe un maravilloso homenaje en la Philippe Chatrier a lágrima viva. El agradecimiento a su tío Toni, la salida del Big Four y los regalos, grandes momentos.

Novak Djokovic, Roger Federer, Andy Murray y Rafael Nadal.
Nacho Albarrán
Nació en Madrid en 1972. Se licenció en Periodismo por la Universidad Complutense. Entró en AS en 1996 para documentar partidos de fútbol y estuvo en Cierre antes de encargarse, durante cinco años, de la delegación de Asturias. Después formó parte del equipo de Ediciones y fue redactor de Baloncesto. Desde 2017 se ocupa del tenis día y noche.
París Actualizado a

Rafa Nadal recibió este domingo en Roland Garros el homenaje que merecía, el que ninguna institución ni torneo había podido o sabido otorgarle hasta ahora, seis meses después de su retirada en las Finales de la Copa Davis, donde tuvo una despedida descafeinada en Málaga. En París, en la Philippe Chatrier, la catedral del evento más importante de su carrera, el rey de la tierra, que fue capaz de ganar 14 veces el Grand Slam francés, sintió la iración, el respeto y el amor de miles de personas, ataviadas con camisetas conmemorativas con la leyenda ‘Merci Rafa’ (Gracias, Rafa) y el color de la arcilla del estadio parisino.

Rafa Nadal en Roland Garros: una huella imborrable

Sin palabras: así ha sido el histórico homenaje a Rafa Nadal en Roland Garros

Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray no han querido perderse este gran momento.

La salida fue la tradicional de todos sus partidos durante los últimos años. Marc Maury, speaker del major galo, presentó a Nadal y recitó, uno tras otro, los años en los que el balear fue ganador, ante el delirio del público que abarrotó la central. “Rafa, Rafa”, resonó en la pista, mientras el ídolo salía por el túnel para ver, a continuación, un vídeo maravilloso que repasaba su carrera en Roland Garros. Solo sobre el polvo de ladrillo que tantas veces pisó y en el que fue prácticamente invencible, inició después un discurso en francés, inglés y español, durante el que no pudo contener las lágrimas cuando dio las gracias a su tío Toni, quien fuera su entrenador desde su primera participación, en 2005, hasta 2017, cuando junto ganaron por décima vez el trofeo. “Eres la razón por la que estoy aquí. Gracias por haber dedicado una gran parte de tu vida a querer estar conmigo. Entrenando, haciéndome sufrir, reír, llevándome al límite. Lo que hemos vivido no siempre ha sido fácil, pero ha valido la pena. Por nuestra forma de ser, ni tú ni yo somos de expresar los sentimientos, pero mi gratitud es infinita. Has sido, sin ninguna duda, el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener".

No se olvidó tampoco del resto de su familia, en especial de su esposa, Mery Perelló. "Eres mi mejor compañera de vida. Así es más fácil (durante unos instantes, Nadal perdió el guion y habló sin él), porque con las emociones y todo… No nos podíamos imaginar en 2005 que estaríamos aquí 20 años después siendo una familia. Has estado siempre apoyándome desde una posición no siempre fácil. Espero hacerte igual de feliz que tú a mí“, le dedicó. El español, en uno de los momentos más sentidos, también se acordó de los que ya no están. “Gracias mis dos abuelas, que con 94 y 92 años tengo la gran suerte de que estéis hoy aquí, y con quien he pasado gran parte de mi infancia. Y a mis abuelos, que, estén donde estén, les agradezco todo lo que hicieron por mí y les echo de menos”, expresó entre lágrimas.

Emoción en aumento

Luego continuó el reconocimiento, precioso, con los empleados del torneo aplaudiendo a Nadal, mientras los más jóvenes formaban con sus cuerpos alineados la palabra ‘Merci‘. Un ejemplo de la famosa solemnidad sa. Y Rafa, a lágrima viva antes de repartir abrazos, mientras los espectadores se ‘rompían’ las palmas de las manos. Justo en los instantes previos de un momento álgido, el del reencuentro del Big Four. Cuando parecía que le felicitarían solo en un video, Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray aparecieron en la cancha. Tres jugadores como la copa de un pino rindiendo tributo a otro de los más grandes. En la grada les observaba Carlos Alcaraz, digno heredero.

“Hemos construido una gran rivalidad. Hemos mostrado al mundo que podemos luchar de la forma más dura posible, pero respetándonos. Me hicisteis pasar momentos duros en la pista, empujándome al límite, pero, al final, el tenis es solo un juego, un deporte. Para mí, que estéis aquí lo es todo. El mensaje es que podemos ser muy buenos amigos después de ser grandes rivales”, les dedicó Nadal.

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Y llegó el momento de los regalos. Gilles Moreton, presidente de la Federación sa, y Amelie Mauresmo, directora de Roland Garros, le entregaron un bonito trofeo, a la par que sobrió, de cristal con la firma del propio Nadal y los años en los que fue campeón. Y el no va a más se produjo cuando Moreton barrió un trozo de la pista y descubrió una baldosa a modo de placa con la huella del pie de Rafa, que permanecerá allí para siempre. En ese momento, el homenajeado, que se había secado las lágrimas varias veces, completamente sorprendido, volvió a llorar. No era para menos. Esa fue la despedida, con una vuelta de honor posterior dejando su huella, su huella imborrable.

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