Tchouameni y Camavinga, ni un pase
Fue un partido de empate que ganó el Madrid. Nada que deba sorprender en Europa. La historia está escrita con un equipo que explicó su triunfo en el talento individual de Rodrygo y Brahim, no de Vinicius y Mbappé, y en el compromiso intachable de Valverde. En cuestión de méritos, el Atlético pudo alcanzar mejor resultado, pero el conformismo final de Simeone para no poner en riesgo la eliminatoria le dejó sin opciones. Hasta la genialidad de Brahim, con Giménez en papel de colaborador, había sido superior a través de la amplia posesión de la pelota con un De Paul gigantesco. Después, todo se vino abajo, se quedó sin guía y acabó apilado en su campo. Julián ya apareció demasiado lejos del área y los cambios de Correa y Sorloth no aportaron al no estirarse el Atleti con la línea de tres centrales que había implantado Simeone al dar entrada a Le Normand. Se puso el mono de resistencia antes de tiempo, porque el Madrid realmente no metía miedo. En cualquier caso, es cierto que la irrupción de Modric volteó la escena y, por su liderazgo, el equipo blanco se hizo con el control que le había faltado durante casi 60 minutos. Seguro que Ancelotti tomó nota, porque lo de antes dejó mucho que desear a nivel estructural con dos futbolistas que volvieron a quedar muy tocados por sus bajas prestaciones. No fueron otros que Tchouameni y Camavinga.
Ni un pase tuvo la pareja por la que se decidió Ancelotti para formar el centro del campo. Son dos futbolistas que, supuestamente, tienen presencia física y jerarquía, pero resulta ser todo lo contrario. Sus conceptos defensivos y esfuerzos en este sentido destacan para mal. Cuando tienen que apretar la línea de pase, se hunden. Y si tienen que juntar las líneas, salen de zona y generan un agujero. Tampoco mejora la cosa cuando el balón pasa por sus pies. Fueron las pérdidas de Camavinga las que hicieron despertar al Atlético. Ninguno de los dos se desempeña con fluidez para realizar entregas entre líneas y se limitan a mover de lado a lado sin ninguna velocidad en la circulación. Y eso que Tchouameni, dentro de lo que cabe, se prodigó con más insistencia y acierto que otras veces.
La fría impresión que dejó la actuación de ambos se hizo más sangrante cuando Modric asumió la responsabilidad de dirigir la nave blanca al jugar a distinta altura que Tchouameni, más aliviado con el croata y mejor ubicado. Antes, hasta Valverde, reconvertido en lateral, ofició con más sentido creativo que los dos jugadores ses. De todos modos, el Madrid tiene más problemas. Vinicius y Mbappé cayeron otra vez en la desidia defensiva y no se colocaron ni apretaron como deben. No hay colectivo que pueda sostenerse con dos jugadores menos. A golpe de talento, con todo lo que tiene, puede que el Madrid sí, pero le será mucho más difícil en el Metropolitano.
Decisión equivocada
Camavinga va bien a la ayuda ante el movimiento de ruptura de Julián a la espalda de Valverde, pero después mete la pata al defender hacia delante e intentar arrebatar el balón al argentino. Tenía que fijarle simplemente.
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