Jesús Minguez

París es Nadal (y viceversa)

Hacen bien, ciudad y tenista, en quitarse con un homenaje el regusto amargo que dejaron sus últimos partidos en Roland Garros.

La imagen de Nadal, proyectada frente a la Torre Eiffel el pasado mes de noviembre, cuando se retiró en la Copa Davis de Málaga.
BERTRAND GUAY
Jesús Mínguez
Nació en Guadalajara en 1973. Licenciado en Periodismo por la Complutense. En AS desde el año 2000, es redactor jefe de Más Deporte. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos y unos Paralímpicos, Grand Slams de tenis, Davis, Laureus, candidaturas olímpicas, política, dopaje o grandes combates de boxeo. Le gusta escribir de deporte y también practicarlo.
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Entre el 23 de mayo de 2005, cuando un chaval de sólo 18 años jugó ante su primer partido en Roland Garros ante Lars Burgsmuller y el 31 de julio pasado, cuando una derrota en el dobles olímpico junto a Carlos Alcaraz supuso para él la última vez que pisaba la tierra del Bosque de Bolonia, el París republicano adoró a un solo rey, Rafa Nadal, que logró alzar la Copa de los Mosqueteros en 14 ocasiones (prueben a recitar de carrerilla todos los años de sus triunfos sin ahogarse). En ese periodo de tiempo, por ejemplo, los ses han conocido a cuatro presidentes de la República. Y 12 ciclistas diferentes han ganado el Tour, el otro monumento del deporte galo.

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Lo que comenzó siendo una tortura, como ese Miguel Indurain que ganó el amarillo cinco veces consecutivas, se acabó convirtiendo en una dulce amistad. El público de la Chatrier, como si estuviese afectado por el Síndrome de Estocolmo, no podía vivir sin el español que secuestró su trofeo. Tan bien se acabaron cayendo entre ellos que del trauma se pasó al amor. Un idilio cristalizado en una estatua en Roland Garros y en un papel protagonista de Rafa, bajo la Torre Eiffel, en la Ceremonia de Inauguración de los Juegos. La temprana derrota en primera ronda en el torneo del año pasado frente a Zverev y unos Juegos a los que fio todo y no salieron bien dejaron un regusto amargo. Hacen bien, los dos, en borrarlo con un homenaje. Porque París es Nadal. Y Nadal es París.

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