Marañón, Ramón de Pablo
En Sabadell, cuando los mayores te hablaban de jugadores míticos, a menudo salía un apellido que requería una precisión: “Marañón”.

En Sabadell, cuando los mayores te hablaban de jugadores míticos, a menudo salía un apellido que requería una precisión: “Marañón”. El más cercano en el tiempo era Rafa, ídolo en el Espanyol y padre de nuestro compañero Carlos, que había acabado su carrera en la Creu Alta logrando un ascenso a Segunda en el mítico partido de Binéfar. Y el más lejano, Ramón de Pablo, protagonista en la época más dorada de nuestro club, aquella en la que acabamos cuartos en Primera División y llegamos a clasificarnos para la Copa de Ferias. No eran parientes: Ramón de Pablo era cántabro y Rafa, navarro. Para el fútbol español en general, el segundo fue mucho más importante que el primero. Para nosotros, en cambio, no: algunos socios veteranos, entre los que se cuenta mi padre, hablan de Ramón como del jugador más extraordinario que vieron con la camiseta arlequinada. El que más les hizo disfrutar.
La noticia de su muerte el pasado martes se recibió en la ciudad con tristeza y nostalgia, pero provocó también agradables recuerdos de una época en la que nadie ponía en duda que se pudiera ser del Sabadell y de nadie más porque competíamos de tú a tú con los mejores. Uno de los encuentros más legendarios de Ramón de Pablo Marañón fue en febrero del 70, pocos meses después de la mítica eliminatoria europea ante el Brujas. Con dos goles suyos y otro de Palau, le remontamos al Barça de Reixach y Rifé un 0-2 para acabar ganando 3-2. Es un partido del que es imposible que no hayas escuchado muchas historias en casa si naciste en los ochenta en una familia arlequinada.
No sé cuánto hay de mito ni de rumorología de la época, pero los que vivieron aquellos tiempos le describen como una especie de versión española de George Best que disfrutaba de la vida más de lo que era habitual en un futbolista de Primera División. Cuentan que fue esa personalidad un tanto dispersa la que evitó que triunfara en el Barcelona y permitió que un jugador de su talento llegara a la Creu Alta. España le recordará por la patada que a la larga provocó la retirada de Javier Clemente. Sabadell, en cambio, siempre le tendrá por un genio irrepetible.
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