LA OPINIÓN

El PSV le apartó de la gloria eterna

Leo Beenhakker siempre pudo presumir de entrenar durante tres temporadas seguidas al Madrid que desplegó el fútbol más estético, divertido y ofensivo de toda su historia.

El holandés dirigió los tres títulos centrales del pentacampeonato de La Quinta del Butire, la primera de ellas, la liga del playoff. Su último año hizo triplete nacional: Liga, Copa y Supercopa. En la Copa de Europa se estrelló los tres años con el muro de las semifinales. Bayern, PSV y Milan fueron sus verdugos. Los rossoneri, con un histórico 5-0 en la vuelta en San Siro. Días después de la manita, Mendoza anunció que el técnico no continuaría la temporada siguiente. Lo repescó para la segunda mitad de la 1991-92 para relevar a Antic. La Liga se le escapó en Tenerife, la primera de las dos consecutivas que el Madrid perdió en la isla. El Barça le recortó cuatro puntos (cuando aún las victorias valían dos) en cinco jornadas. Es el cuarto entrenador con más partidos (197) en la historia del club.
| DIARIO AS
Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
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Leo Beenhakker siempre pudo presumir de entrenar durante tres temporadas seguidas al Madrid que desplegó el fútbol más estético, divertido y ofensivo de toda su historia. El holandés cogió a ese Madrid imperial de la Quinta del Buitre que resolvía los partidos con goleadas maravillosas, salpicadas con los golazos fabricados en la medular por Míchel, Jankovic, Schuster (el alemán llegó cuando se fue el serbio), Martín Vázquez y Gordillo, para que Butragueño, Hugo Sánchez y, en menor medida Pardeza, hicieran de las suyas en área rival.

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Pero esas tres Ligas seguidas, todas ganadas con una calidad y un festival de juego permanente, se toparon con una cruz llamada Copa de Europa. En su primer curso se le atravesó el Bayern Múnich y en el tercero el gran Milan de Sacchi. Pero en la 87-88 mereció el premio gordo que no llegó por culpa de unos paisanos suyos. El PSV nos amargó a todos los madridistas porque le arrebató una Copa de Europa que le pertenecía de pleno derecho. Y más tras eliminar de una tacada al Oporto (que era el vigente campeón), al Nápoles de Maradona y al propio Bayern. Pero dos empates grises en el Bernabéu y en Eindhoven (Van Breukelen lo paró todo) dejaron a la Quinta sin ‘su’ Orejona. Beenhakker se quedó con esa frustración para siempre porque si llega a ganar la Séptima, Leo hubiese tocado el cielo...

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