El PSV le apartó de la gloria eterna
Leo Beenhakker siempre pudo presumir de entrenar durante tres temporadas seguidas al Madrid que desplegó el fútbol más estético, divertido y ofensivo de toda su historia.

Leo Beenhakker siempre pudo presumir de entrenar durante tres temporadas seguidas al Madrid que desplegó el fútbol más estético, divertido y ofensivo de toda su historia. El holandés cogió a ese Madrid imperial de la Quinta del Buitre que resolvía los partidos con goleadas maravillosas, salpicadas con los golazos fabricados en la medular por Míchel, Jankovic, Schuster (el alemán llegó cuando se fue el serbio), Martín Vázquez y Gordillo, para que Butragueño, Hugo Sánchez y, en menor medida Pardeza, hicieran de las suyas en área rival.
Pero esas tres Ligas seguidas, todas ganadas con una calidad y un festival de juego permanente, se toparon con una cruz llamada Copa de Europa. En su primer curso se le atravesó el Bayern Múnich y en el tercero el gran Milan de Sacchi. Pero en la 87-88 mereció el premio gordo que no llegó por culpa de unos paisanos suyos. El PSV nos amargó a todos los madridistas porque le arrebató una Copa de Europa que le pertenecía de pleno derecho. Y más tras eliminar de una tacada al Oporto (que era el vigente campeón), al Nápoles de Maradona y al propio Bayern. Pero dos empates grises en el Bernabéu y en Eindhoven (Van Breukelen lo paró todo) dejaron a la Quinta sin ‘su’ Orejona. Beenhakker se quedó con esa frustración para siempre porque si llega a ganar la Séptima, Leo hubiese tocado el cielo...
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