El Barça aplica el plan de Zidanes y Pavones
La cantera se confunde a veces con los valores identitarios de un club

Me dice un directivo del Barça: “A relato no nos gana nadie”. Y tiene razón. El FC Barcelona siempre se ha esforzado por preparar una victoria alternativa a levantar el trofeo. Para unos es victimismo, para otros se llama estilo. Es el famoso cruyffismo. El que pregona tener la posesión, jugar al ataque y hacer de ello una escuela que genere talento de manera orgánica gracias al desarrollo de una personalidad propia. Este FC Barcelona, el campeón de liga, es un puro producto cruyffista. Un conjunto que se plantó en semifinales de la Copa de Europa a tumba abierta con un lateral, Gerard Martín, sin experiencia en partidos internacionales y que formando parte de la idea elevó su rendimiento con dos centros de gol. Que aparezca un genio como Lamine puede ser suerte, que ganes una liga con siete u ocho canteranos es un plan.
Con la debacle económica del Barça muchos amigos madridistas creyeron que el camino quedaba despejado para una década, al menos en la Liga. “Van a ser como el Milan”, se frotaban las manos en los chats con palomitas. No era descabellado. Había datos para pensar que un club con una deuda descomunal y que perdía a su estrella entraba en un valle de lágrimas. Sin embargo, la bendita cantera ha cambiado el destino. Otra vez, el plan. El Madrid creyó tenerlo hace un par de décadas. Se acordarán algunos de los Zidanes y Pavones. Los creadores de aquel invento prefirieron cambiarlo antes que intentar ejecutarlo. O fue una buena idea que no supieron ejecutar. O simplemente la descartaron porque los equipos basados en la cantera tienen menos oportunidades de ser campeones del mundo, es decir, campeones de Europa. Pero el Madrid ha tenidos sus Lamine. Los últimos se llamaron Raúl, Guti y Casillas. Tres genios que salieron en tiempos de necesidad por entrenadores como Flick, que tienen un plan.
La cantera se confunde a veces con los valores identitarios de un club. Puede que perdamos pero que todos sientan los colores. La obsesión desmedida por los valores también puede llevarte a una especie de misticismo que te haga creer ganador por derecho divino. Suelen ser los malos perdedores. Los que no tardaron ni un minuto en culpar al árbitro de la derrota ante un Inter de Milán que además de también querer ganar, le metió siete goles en dos partidos al Barcelona. La suerte no existe, decía Cruyff. Es una máxima deportiva desde la Grecia clásica. Pero es totalmente cierta.
¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí
Rellene su nombre y apellidos para comentar
Tu opinión se publicará con nombres y apellidos