Iván Molero

El ‘ave Fénix’ Espanyol ahuyenta a las palomas

Sometido por el Alavés, salvado por el espantapájaros majestuoso de Joan García, encontró Calero oro a balón parado y el conjunto perico logra su primer triunfo a domicilio cuando más lo necesitaba.

El ‘ave Fénix’ Espanyol ahuyenta a las palomas
L. Rico
Iván Molero
Llegó al Diario AS como estudiante en prácticas en 2002, y desde que se licenció en Periodismo por Blanquerna, de la Universitat Ramon Llull, se ha especializado en la información del Espanyol, sobre el que también ha co-escrito libros, todo ello atendiendo al seguimiento de otros equipos, deportes y eventos desde la delegación de Barcelona.
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Una paloma se caga en el techo del campo del Espanyol y se dice, cuando quizás también pasa en el de al lado”, lamentaba amargamente en la previa Manolo González, en un símil escatológico sobre el presunto negativismo que ha ido rodeando al equipo cada vez que juega lejos del RCDE Stadium. Razón no le faltaba, en un club donde ejerce de entrenador, psicólogo y portavoz, y que no le dota de herramientas para fomentar la positividad, el optimismo. Así que era cuestión de ver, después de dos puntos en sus 11 salidas y ante un rival directísimo, si era capaz el Espanyol de escapar de su propia jaula en Mendizorroza.

Con la misma alineación que la jornada anterior ante el Athletic (1-1), repitiendo por primera vez dos partidos seguidos, echaron a volar las palomas ante el Alavés como si el equipo perico hubiera instalado ultrasonidos para ahuyentarlas. Bien asentado, con poso, jerarquía, contundente en los duelos, atento, protagonista. Un panorama halagüeño que, sin embargo, apenas duró diez minutos. Porque de inmediato reaparecieron las bandadas de cada encuentro a domicilio. Y las cagadas de paloma.

Entre Omar -que venía de cuajar actuaciones sobresalientes ante Vinicius Júnior y Nico Williams-, Kumbulla y Pol Lozano -estos dos últimos, con problemas víricos la noche anterior- propiciaron las incursiones más claras de un Alavés al que dejaron crecerse, reculado y dubitativo el Espanyol, entregándose como de costumbre a su providencial espantapájaros, Joan García, mientras en la otra portería Sivera permanecía inédito. Y eso que Puado irrumpía como un cuchillo por la banda izquierda, burlando a Tenaglia, aunque indeciso en los últimos metros.

El ‘ave Fénix’ Espanyol ahuyenta a las palomas
La alegría de los jugadores del Espanyol por el 0-1.L. Rico

Buscaban todas las acciones de ataque de la escuadra blanquiazul -en esta ocasión con la camiseta roja del curso pasado, como en Getafe, por la desastrosa elección de la actual temporada- inequívocamente a un solo jugador: Roberto. Por su instinto para atraer el balón y también porque no había más rematadores en el área. Si su gol a Unai Simón había sido muy típico de Tamudo, su lucha contra el mundo en Mendizorroza, más aún. Un pájaro solitario, enjaulado, luchando por recuperar su libertad.

Con el paso de los minutos, lo que había comenzado con la misión de emigrar del nido del descenso, de procurar prácticamente la extinción de un adversario directo como el Alavés, se fue convirtiendo en la búsqueda del empate como ración de alpiste justita para subsistir. Y más después de los microinfartos conforme avanzaba la segunda mitad, con Joan desplegando sus alas como un águila imperial y los babazorros pasando de colibrís a rapaces.

Para colmo, y cuando parecía Pere Milla rehabilitado como el ave al que rescatan en un centro, ya que entró con media hora por delante, tuvo que regresar al refugio por lesión. Le sustituyó un Antoniu Roca que protagonizó el primer chut a puerta del Espanyol en todo el encuentro, en el minuto 82, lo que explicaba muchas cosas.

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Pero el fútbol, como cualquier ave migratoria, escapa de cualquier análisis racional, sensato, seguramente por esa imprevisibilidad es el deporte rey. Lo demostró con ese gol que conecta con otro estadio no demasiado lejano a Vitoria, el de Eibar, donde la pasada campaña protagonizó el Espanyol una de las hazañas más incomprensibles del fútbol moderno.

Presente aquel día en Ipurua como rival, esta vez Tejero sirvió el balón parado -no podía ser de otro modo- en el que Calero divisó oro puro para anotar un gol que puede valer media salvación. Fruto de dos jugadores que habían entrado desde el banquillo. La primera victoria perica a domicilio de toda la temporada, en el día más indicado y de la forma más inesperada. Ni palomas ni buitres ni nada: el Espanyol, ya tendríamos que saberlo, es el ave fénix.

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