Cine
Crítica de ‘El último suspiro’: la sinceridad de Costa-Gavras ante la parte final de la vida
Al cineasta no le tiembla el pulso para diseccionar la aceptación de la muerte desde la vejez.
Fabrice Toussaint es un filósofo con cierta fama como ensayista y tertuliano en la televisión sa. Tras un chequeo médico se enfrenta al trance de la aceptación de la muerte. De la mano de Agustón Masset un médico especialista en tratamientos paliativos, Fabrice descubre la emocionante dimensión filosófica de las personas que deben prepararse para la muerte desde una esperanza vital.
Costa Gravras se mete en un terreno tabú de una forma tan elegante que el espectador olvida enseguida todos los posibles prejuicios sobre del tema y se sumerge en su propio descubrimiento personal.
‘El último suspiro’ es una película donde al espectador no se le pide un esfuerzo intelectual para llegar a disfrutarla, sino más bien un esfuerzo emocional. Hay que abrir la mente a un tema que crea rechazo. Costa le da la vuelta hasta el punto de disfrutarlo desde la sinceridad y positivismo, pero, y aquí viene posiblemente el gran logro de la película, sin fines moralistas, ni de buen rollismo milenial.
Costa-Gavras no nos intenta convencer de nada y menos de eslóganes vacíos para afrontar la muerte, sino que nos la expone como una parte de la vida, al igual que lo hacen los pacientes y familiares de la película. Huye tanto del drama fácil como del manual de autoayuda. Busca y encuentra la emoción sin edulcorantes y eso que el tema se presta a ello.
La película rodada mayormente en localizaciones naturales, consigue un gran realismo, pero no con el objetivo de aumentar su efecto, sino de huir de artificialidades que puedan distraernos de la crudeza de la situación. Esta puesta en escena mezclada con el misterioso pulso característico de Costa-Gavras producen un ritmo tremendamente eficaz sin tener que recurrir a montajes agresivos. Algo al alcance de pocos directores.
Los actores están sensacionales
Es habitual en este director mostrarnos registros dramáticos nuevos en actores ya más que conocidos. Como aquí es el caso del dúo protagonista. Denis Podalydès y Kad Merad, actores conocidos en el cine francés que redescubrimos en El último suspiro. Muy especialmente a Kad que es un habitual de comedias de todo tipo y aquí se transforma con una sobria y contenida interpretación de un médico iluminado por la medicina paliativa.
El elenco de secundarios es muy acertado, con actuaciones sobradamente a la altura de los protagonistas. Entre varias caras conocidas del cine es inevitable no nombrar a Charlotte Rampling que en una pequeña aparición despliega su carisma y potente mirada. Además, con un personaje de peso mayor aparece Ángela Molina en un papel que le permite desatar su energía personal.
‘El último suspiro’ es una película fácil de ver, que tiene un dilema filosófico y una gran carga emocional, pero sobre todo alcanza una sinceridad que sobrepasa la pantalla. Costa-Gavras tiene 92 años por lo que estamos asistiendo a un franco ejercicio personal de aceptación del final de la vida del propio autor de la obra. Máximo ejercicio de exposición del artista o tal vez catarsis personal.
No digo que Costa esté en sus últimos momentos, tuve la oportunidad de entrevistarle y su vigor era más que evidente, pero sí está en la última etapa de su vida y no debe ser fácil tratar estos temas en ese momento vital y menos hacer una película sobre ellos. Tal vez sea un ejercicio terapéutico que nos lleva al último gran conflicto de la vida. Aunque ya está preparando su siguiente película.
‘El último suspiro’ puede servir para que el público que no le conozca pueda acceder a otras obras suyas como ‘Missing’, ‘Z’ o ‘El capital’. Un autor en forma con una filmografía pasada a descubrir y una futura a esperar.
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