El sueño cumplido de Sofía: ver al Silicius Majadahonda de rugby femenino
El encuentro liguero entre el club majariego y el Cocos deja una historia que invita a creer en el crecimiento de este deporte.


Sofía De Nova tiene 16 años recién cumplidos y vive en Tenerife. Sofía no suspira por ir a un concierto de Taylor Swift, ni por conocer a Alexia Putellas o Aitana Bonmatí. A Sofía lo que le gusta es el rugby. En concreto el Club de Rugby Majadahonda. Le pirra. Tanto que su familia decidió regalarle, en su 16º aniversario de vida, un viaje a Madrid para ver a las Rhinas en su duelo contra las Cocodrilas de Sevilla del pasado fin de semana. “Es un poco especialita”, dice a AS entre risas su padre, Ignacio, también rugbier, como si no fuera el responsable de que su hija se interesase a los 11 años por este minoritario deporte, de buscarle un equipo en La Laguna, el Universitario, y apuntarla. De llevarla y traerla de los entrenamientos y los partidos. De acompañarla a Madrid a cumplir su sueño.
Los padres. Ellos son la clave de todo. De que los niños y niñas que mañana serán hombres y mujeres no vayan a los campos de fútbol a insultar, de que disciplinas como el rugby tengan una base sobre la que crecer. Quizá sin saberlo (o quizá plenamente consciente de ello), Ignacio le hizo un favor no solo a su hija, sino al rugby español en general. Durante unas horas en la mañana del pasado sábado, Sofía fue inmensamente feliz viendo a sus referentes jugar y ganar en el Valle del Arcipreste. Antes del partido, se le encargó entregar sus camisetas a las jugadoras. Al terminar, se fotografió con el equipo y formó parte del corrillo en el que se celebró la victoria. Se volvió a su isla con el corazón lleno y su zamarra favorita en la mochila. Gestos en apariencia insignificantes, que sin embargo encierran un valor gigantesco. Sofía nunca los olvidará, y los transmitirá en su círculo. Llegó a Madrid como aficionada al Majadahonda y volvió a Tenerife como misionera del rugby. Así se forja el éxito social de un deporte.
El tono de su voz cuando atiende a AS días después del partido le delata. Aún se emociona recordando la jornada. “A la mayoría de las chicas las había visto jugar en la Selección y me había interesado por ellas. Las Cocodrilas también me interesaban, porque estuve en un campamento al que vinieron también jugadoras suyas. En el Majadahonda fueron super majas conmigo. Ver un partido suyo de verdad, en presencia, cómo me trataron... Me hicieron sentir parte del equipo. Fue una experiencia inolvidable”, narra con una ilusión que emociona. “Yo me quedé en shock cuando me enteré del regalo. Lo que más me encantó fue el detalle de entregarles yo las camisetas. Fue super bonito y me emocioné tanto que me puse a llorar”, completa.

Sofía conoció la cara amable del deporte de élite. La cercanía que asoma con cuentagotas bajo los grandes focos del fútbol, el baloncesto, el tenis y otros deportes colonizados ya por los agentes e intermediarios, tantas veces barrera en lugar de nexo. “Me quedo con el compañerismo que vi entre ellas. Se ve muy buena conexión entre el equipo y me encantó cómo juegan. Se ve trabajo de equipo en el campo. Todas dan todo lo que pueden”, destaca Sofía, que ha podido conocer de cerca ese espíritu porque las propias protagonistas y el club le han abierto las puertas.
Las mismas facilidades que, según cuenta, no encuentra para jugar al rugby en Tenerife. “Cuando yo empecé éramos tres chicas solo, y ahora somos ocho de diferentes edades. Mi mejor amiga, Uxía, también juega. Tenemos muy buen ambiente y me siento muy cómoda, pero en Canarias el rugby no es tan famoso como en la península. Hay siete equipos y nos conocemos todos ya. Me gustaría que hubiera más equipos o que nos facilitaran el movimiento. Al campamento Spartan llegué y todos se conocían entre ellos ya. Me contaban que cada finde iban de viaje a un sitio, y me gustaría poder hacerlo también. Viajar a partidos cada cierto tiempo", cuenta Sofía, que no por ello va a tirar la toalla. Ella lo tiene meridianamente claro: quiere acompañar algún día en el campo a las mujeres que conoció el sábado. A Lucía Díaz, que cita como su gran referente junto a Laura Delgado o la ya retirada Marina Bravo, su “madrina” en esto del rugby. Antes, este verano, sintonizará el Mundial para ver a las Leonas. Incluso, apunta su padre, están investigando “vías de llegada a Inglaterra”.
Si eso no se da, hay plan B. Porque ahora que se acerca la etapa universitaria Sofía también tiene inquietudes en “bioquímica”, “nutrición y coaching deportivo” o en “ser militar”. Se despide con un inmenso agradecimiento al Majadahonda por permitirle hacer realidad sus anhelos, y pidiendo a la Federación “más facilidades para viajar, conocer otros sitios y jugar” y “más promoción en las escuelas”. Su regalo ideal para los 17 sería poder jugar con sus heroínas o contra ellas. Convendría atender a sus sueños, pues están hechos del mismo material con el que debe construirse el desarrollo del rugby en este país.
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