PARÍS 2024 | REMO

Agonía sin premio: Aleix García y Rodrigo Conde, quintos

El doble scull español se queda en diploma y no se puede sumar a la fista de la marcha. Este viernes, oportunidad para Jaime Canalejo y Javier García.

Agonía sin premio: Aleix García y Rodrigo Conde, quintos
ALI HAIDER
Albert Sancho
Nació en Alcanar (Tarragona) en 1998. Licenciado en Periodismo y Ciencia Política. En AS desde 2020, es redactor en Más Deporte. Con vocación polideportiva, ha cubierto presencialmente desde la Titan Desert a los Juegos Olímpicos de París. En 2023, fue premiado por su atención sobre la información paralímpica. En 2024, por la Federación de Remo.
París Actualizado a

La segunda medalla olímpica en la historia del remo español, que no caza metal desde hace 40 años, tendrá que esperar, como mínimo, un día más. Este jueves, Aleix García y Rodrigo Conde, subcampeones del mundo en 2022 y doble plata europea en este ciclo, no pudieron sumarse al primer gran día de España en los Juegos Olímpicos de París. El doble scull nacional, que llegaba a la final con el mejor cuarto tiempo, terminó quinto, con 06:20.59 minutos, en una regata de nivel altísimo, en la que salieron bravos, fieles a su carácter, pero que les devoró. El remo, el deporte más duro que existe según varios estudios, no perdona. Su apuesta fue ganadora, con un inicio fulgurante, a la par de los posteriores campeones olímpicos, Rumanía (06:12.58), pero su cuerpo dijo basta antes de lo deseado. Otro diploma. Este viernes, nueva oportunidad con Jaime Canalejo y Javier García (dos sin timonel). Otra vez, contra casi medio siglo de sequía.

Mientras Aleix y Rodrigo se preparaban en la salida del campo de regatas de Vaires-sur-Marne, en el complejo náutico de Vaires-Torcy, bajo un sol abrasador, a 40 kilómetros de distancia, a los pies de la Torre Eiffel, Álvaro Martín y María Pérez aún celebraban sus éxitos en las pruebas de marcha. Energía extra para encarar una final carísima, con seis exclusivas calles disponibles, y en la que sólo estaba la crème de la crème. Tal era el nivel que los vigentes campeones olímpicos, los ses Hugo Boucheron y Matthieu Androdias, pese a competir en casa, se habían quedado relegados a la lucha por los dos diplomas restantes. Allí estaban, como cabezas de cartel, los holandeses, Melvin Twellaar y Stefan Broenink, campeones del mundo y plata en Tokio, favoritos en las apuestas; los irlandeses, Daire Lynch y Philip Doyle, bronce planetario; y los rumanos, Andrei Sebastian Cornea y Marian Florian Enache, un bote creado en este ciclo y diseñado para ganar. Como hicieron.

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Aleix y Rodrigo, que la noche anterior se habían acostado viendo Gladiator, se pegaron a ellos para despegar. Su doble scull navegaba por la segunda calle, y les escoltaban Rumanía e Irlanda, que terminaría colgándose el bronce (06:15.17). El inicio, como se anticipaba, fue prometedor. El ritmo de las paladas, que lo mantuvieron hasta el final (casi siempre más de 40 por minuto), estaba a la par del de Cornea y Florian Enache; su fuerza, sin embargo, fue cayendo en picado. Al paso por los 400 metros, la pareja española estaba en cabeza, con la imagen de Álvaro y María en mente, la que querían imitar. Cien metros después, en el primer punto de control, se mantenían fuertes. A partir de ese momento, sin embargo, el oxígeno y el ácido láctico se empezaron a acabar.

Un diploma con mucha historia

En el ecuador de la regata, el paso por el kilómetro, las opciones del doble scull español ya se habían esfumado. Esa Rumanía a la que se había mirado a los ojos, cuya estela llevaba a la gloria, estaba a más de 12 metros de distancia. Un mundo. Estados Unidos, que en ese momento marcaba las posiciones de medallas, se encontraba a seis. Un milagro. Conde y García, pese a ello, y con el final como su punto fuerte, como demostraron en los pasados Europeos, lo siguieron dando todo. El primero, a cinco meses de Tokio, renunció a su plaza olímpica porque ya no podía aguantar más los cortes de peso (antes competía en ligero); en el segundo, que se definía como un remero “patoso” en sus inicios, encontró el partenaire perfecto. Reman a muerte porque saben que, en ese momento, el otro también está muriendo, dicen. Su agonía, esta vez, no tuvo premio.

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