Manolo, el equipo y la afición meten el primer gol del Espanyol a golpe de vidrio
Con una pancarta alusiva a los heridos en el atropello masivo del día 15, “Por los que no pueden esar hay que ganar”, miles de seguidores reciben a un autocar con la plantilla exaltada.


No coincidía esta vez con la verbena de San Juan, como en la final por el ascenso de hace un año, pero sí con un bullicioso sábado de mayo: calor, abiertos centros comerciales, cines, restauración… Y la declaración por parte de la Comisión Antiviolencia de partido de alto riesgo. Más por lo que pudiera pasar en caso de descenso que por otra cosa. Reunía este Espanyol-Las Palmas que decide el destino del club perico todos los condicionantes. Todos.
Porque se esperaba una afluencia igual o superior a los 34.283 espectadores que acudieron al derbi del pasado jueves 15, y por supuesto que los 33.107 que se dieron cita frente al Oviedo, en 2024. Y precisamente lo sucedido minutos antes de ese reciente encuentro ante el Barcelona estaba en boca de todos en las horas previas a esta nueva final, conforme los aledaños del RCDE Stadium se iban abarrotando de seguidores, más madrugadores que nunca.
Convocada para las cinco y media de la tarde una concentración en el lugar de los hechos, donde una conductora atropelló a decenas de personas con un balance de 17 heridos -uno de ellos, de 41 años, sigue grave-, esta vez la confluencia de la calle de Sant Jeroni con la Avinguda Baix Llobregat, de donde partió ese automóvil, se cerró preventivamente al tráfico incluso antes de las cinco en punto, cuando se había estipulado, y hasta la hora del saque inicial.

Tenía trabajo extra el dispositivo de movilidad y seguridad conjunto, formado por Mossos d’Esquadra, Guàrdia Urbana de Cornellà y la seguridad privada contratada por el club, ya que miles de aficionados se iban sumando por la calle del Sorral del Riu al recibimiento preparado para el autocar que trasladaba al equipo hasta el estadio. El último aliento antes de la finalísima, una vez más.
Allí aguardaba un pancartón muy elocuente, uniendo permanencia con los heridos del atropello masivo: “Por los que no pueden estar hay que ganar”. Y, por supuesto, esa muchedumbre con cánticos de todo tipo (alguno dirigido a los propios Mossos), bengalas, tracas de petardos y una avalancha controlada por un inmediato cordón de seguridad. Pero lo más importante es que, dentro del autocar, recogieron el guante unos enfervorizados jugadores, como también Manolo González, golpeando los cristales al paso de la hinchada.
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— RCD Espanyol de Barcelona (@RCDEspanyol) May 24, 2025
Y también más rápidamente de lo habitual, como si la ansiedad le pudiera a la calma, se iban ocupando también las butacas y recogiendo sus cartulinas para el mosaico dentro del RCDE Stadium, en una previa animada por unos altos decibelios. En la búsqueda, acaso, de un himno oficioso que en las fiestas del verano sucediera aquella ‘Potra salvaje’ de la verbena de San Juan. De Sant Joan. De un Espanyol dueño de su porvenir.
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