Manolo, año I del entrenador del pueblo

“Ni en mis mejores sueños habría imaginado entrenar al Espanyol”, reconocía Manolo González hace unos días, en una de esas comparecencias de prensa en que se gana al aficionado, tanto del conjunto perico como del fútbol en general, por su autenticidad, sin filtros, falsa modestia ni retórica ininteligible, pero sí siendo genuino y ocurrente. Muy atrás quedó aquello del conductor de autobuses, que como dato biográfico era interesante, pero ya meramente anecdótico para alguien que, a base de “picar piedra”, como él mismo lo define, cumple este miércoles un año en la elite, desde su nombramiento el 12 de marzo de 2024.

Esa capacidad para ir de cara es la que también ha seducido a sus jugadores, capaces de subirse a su barco aun teniendo pocos minutos sobre el césped, y a la vez conocedores de la autoridad que desprende este gallego criado en Barcelona y residente en Mataró, que venía de dirigir al filial desde julio de 2023, recomendado entonces por Ander Garitano. Porque la humildad no es sinónimo de candidez. Acaso de pragmatismo. El que ha empleado para moldear el juego del equipo con versatilidad en función de los escasos recursos disponibles.

La hazaña y el punto de inflexión de Montilivi

A su llegada, para enderezar una situación crítica con la obligación de ascender, casi una quimera, y más cuando las matemáticas hicieron necesaria una doble eliminatoria de promoción. Y ya en Primera, sin inversión alguna y sorteando adversidades, como las que le llevaron a sentarse con su plantilla tras el 4-1 en Montilivi de noviembre, que supuso un punto de inflexión para bajar el balón y consensucar la fórmula más eficaz.

La que le está llevando, con el Girona precisamente como último rival, a un inicio de 2025 prácticamente inmaculado, con tres victorias, cuatro empates y una sola derrota, para escapar dos puntos por encima de la zona de descenso, y con un partido menos. Similar fue su camino inicial hasta lograr el ascenso, una hazaña por cómo levantó a un equipo desnortado: seis triunfos, nueve empates y una derrota.

“Hay que apretar los puños”

Manolo, en su presentación

“Hay que apretar los puños y subir”, proclamaba hace un año un Manolo que seguramente firmaría la misma frase ahora para mantener en Primera a un Espanyol en el que, con 44 partidos en el banquillo, iguala los que dirigió Joan sc Ferrer ‘Rubi’ y se pone a dos de Luis Aragonés. A final de Liga, habrá superado a Jack Greenwell (53) y se quedará a seis de Sergio González, quien pudo sustituirle en los días más difíciles.

El entrenador sin despidos

“Nunca me han despedido”, se reivindicaba en esas fechas críticas el extécnico de Badalona, Ebro, Montañesa o su Martinenc de origen. Y eso que goleadas como las de San Mamés y Montilivi, el fracaso copero en Barbastro y la dinámica a domicilio, con un punto en las nueve primeras salidas, trataban de dificultarle esa impoluta hoja de servicios.

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De seguir llevando razón, se convertirá en el técnico del 125º aniversario del Espanyol, que se cumple el 28 de octubre, erigido ya en la figura de cohesión entre un club alejado a miles de kilómetros (real y metafóricamente) de su masa social y unos seguidores hastiados por la ruina vivida estas últimas temporadas. Alguien capaz de emocionarse como ellos por, por ejemplo, derrotar al Real Madrid. Puro pegamento el que aplica, un año después de su nombramiento, el entrenador del pueblo.

El Espanyol de Manolo González

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