Copa Italia | Milan 0 - Bolonia 1
¡El Bolonia es leyenda!
Gracias a un gol de Ndoye en la segunda mitad, los rossoblù tumbaron al Milan y conquistaron la Copa italiana, su primer título tras 51 años de espera.

No será “el equipo que hace temblar al mundo”, como se cantaba en los años 30, cuando ganó cuatro Scudetti en seis años, pero el Bolonia acaba de escribir una de las páginas más bellas de su historia. Después de 51 años desde su último título, los rossoblù celebran un triunfo en la Copa italiana (la tercera de su palmarés), logrado ante un Milan en profunda crisis, incapaz de regalarse una alegría ni siquiera en la competición del KO, y que pronto tendrá que volver a empezar desde cero.
Es el éxito de Vincenzo Italiano, que tomó las riendas de un equipo que dijo adiós a Thiago Motta, vendió a Calafiori y Zirkzee, disputó con dignidad la primera Champions de su historia, se mantuvo competitivo en la Serie A y consiguió una alegría que ya es leyenda. El técnico, especialista en competiciones coperas, necesitaba este título: había perdido tres finales (dos de Conference y una de Copa italiana) con la Fiorentina. Ahora, por fin, se quitó esa espina.
El partido arrancó a la altura de la espectacular ceremonia que lo precedió, con una leyenda como Roberto Baggio llevando el trofeo. Leao parecía en “modo partidazo”, en una de esas noches en las que es imparable, y generó enseguida un par de ocasiones. A los 10 minutos, Skorupski evitó el 1-0 rossonero con una milagrosa doble intervención: primero ante un posible gol en propia puerta de Beukema y luego frente a Jovic, titular en lugar de Giménez y Abraham.
Los de Italiano, tras resistir el empuje inicial del Milan, cerraron la primera mitad en crecimiento y explotaron al inicio del segundo tiempo.
En el 53’, tras un intento fallido de Orsolini, el balón llegó al corazón del área y Ndoye, con calma olímpica, lo controló, lo acomodó en su pierna derecha y fulminó a Maignan con un disparo imparable.
Conceiçao, desesperado, recurrió a toda su artillería (Giménez, João Félix, Abraham, Chukwueze, que empezaron todos en el banquillo), pero el asedio final, desordenado, fue estéril. Celebró el Bolonia, que vuelve a sentirse grande 51 años después. Y se lo merece.
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