En 2003, el alero Ricky Davis protagonizó, con los Cavaliers, una de las jugadas más ridículas y criticadas de la historia moderna de la NBA.

Ricky Davis, con la camiseta de los Cavaliers, en acción contra los Wizards.
AARON JOSEFCZYK
Cleveland Cavaliers

El ‘no rebote’ de la vergüenza

Juanma Rubio
Nació en Haro (La Rioja) en 1978. Se licenció en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. En 2006 llegó a AS a través de as.informativomineiro.com. Por entonces el baloncesto, sobre todo la NBA, ya era su gran pasión y pasó a trabajar en esta área en 2014. Poco después se convirtió en jefe de sección y en 2023 pasó a ser redactor jefe.
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A Tyrese Ricardo Davis, Ricky, lo acabaron apodando Wrong Rim Ricky: el Ricky del aro equivocado. Nacido en Las Vegas (tiene ahora 45 años) fue uno de esos jugadores herederos de una época (llegó a la NBA a finales de los 90) en la que se distorsionó sobremanera aquello de que los tiradores tienen que tirar; los anotadores, anotar. Ricky Davis tenía talento, pero era un chupón. De un tipo que abundaban en su NBA, además. Un swingman (escolta-alero) que reconoció, él mismo, que jamás se encontró en un partido con “un tiro que no le pareciera bueno” y que culpó al sistema de la falta de madurez de sus primeros años en la gran liga: “Tenía 17 años cuando me draftearon. A la gente se le olvida eso. Entonces, solo pensaba en mí mismo”. Él siempre reconoció su estilo, pero también lo defendió: “Era un cañonero, lo mío era tirar. Pero es que los metía”.

Desde luego, metía tiros. Por eso fue primera ronda (pick 21, Charlotte Hornets) después de solo un año en Iowa. Y por eso estuvo doce años (1999-2010) en la NBA. Pasó, eso también es significativo en el reverso de la moneda, por seis equipos. Así que era un jugador con talento, así que no le faltaron contratos (ganó más de 43 millones en salarios de franquicias) pero no echó raíces en ningún sitio: tenía actitud de estrella, de jugador mucho mejor de lo que era en realidad. Al final, los quebraderos de cabeza pesaban más que los puntos (13,5 de media, 20,6 en su mejor temporada). Su último equipo NBA fueron los Clippers, donde pasó por una sanción por consumo de sustancia prohibidas y acabó despedido con la coartada de unos problemas de rodilla que empezaban a ser crónicos. Después jugó en Turquía, China, Francia y Puerto Rico, y buscó por la gatera de la Liga de Desarrollo (2013) una nueva oportunidad en la NBA que nunca llegó.

Entre 2001 y 2003, Ricky Davis jugó en Cleveland Cavaliers. Eran malo tiempos en los que iba quedando lejos la última visita a playoffs (1998). En esas dos temporadas el equipo ganó 29 y 17 partidos, la segunda un indisimulado ejercicio de tanking que salió a pedir de boca: el premio fue el número 1 del draft que permitió elegir a LeBron James, ya por entonces un héroe local (en realidad, también nacional) en Ohio. Davis chocó con compañeros y entrenadores (Jonh Lucas II, Keith Smart) y recibió sanciones internas en un equipo del que era obvio que los jugadores tenían demasiado poder, o eso se decía, y que nadie tenía el más mínimo interés por solucionarlo porque el único objetivo, la fijación, era LeBron.

Los esfuerzos por no apilar muchos triunfos de los Cavs eran ciertamente públicos. El 11 de marzo de 2003, ya con un balance de 11-52, esquivaron la duodécima victoria en un partido contar los Heat (75-77) en el que Ricky Davis, precisamente, hizo una falta innecesaria a Mike James cuando este lanzaba un triple a la desesperada, a falta de cuatro décimas y con el marcador en 75-74. James anotó los tres tiros libres y los Heat ganaron. Pero lo peor, para los Cavs y sobre todo para Davis, llegó en el siguiente partido del equipo, cinco días después. EL 16 de marzo, en el Gund Arena de Cleveland, Davis tuvo una de las ideas más estúpidas y maltraídas de la historia de la NBA. La que le dio el apodo de Wrong Rim Ricky.

Los Cavs habían tenido un buen día y acabaron ganando 122-97 a Utah Jazz. El mejor había sido Davis, que acabó con 28 puntos, 9 rebotes y 12 asistencias. Y que no había sumado ningún triple-doble en toda su carrera (eran tiempos, además, en los que no estaban tan generalizados). A falta de un rebote, la oportunidad era perfecta. Así que en la última jugada del partido, recibió el saque de un compañero y se fue hacia su aro, falló a propósito y cogió el rebote para que le contara como el décimo y tener, así, su triple-doble. Un joven DeShawn Stevenson, ocho años después campeón con los Mavericks de Dirk Nowitzki (de hecho, uno de los defensores de LeBron James en las Finales), se fue a por él y le hizo una dura falta que no fue lo suficientemente dura para su entrenador, el histórico (y recto como palo) Jerry Sloan, que dirigió a los de Salt Lake City entre 1988 y 2011 y que no acabó nada contento con lo que había hecho Davis. Él había sido, de hecho, un gran jugador en tiempo pasados (dos veces all star en los sesenta), cuando en la NBA no se permitían tonterías: “Yo le habría dado más fuerte, y ya me pueden meter en la cárcel si quieren por decirlo”.

Davis, años después, reconoció en una entrevista que había hecho cosas malas en su carrera pero que de la única que se arrepentía era de aquella, de la acción del triple-doble que, además, no se materializó: se quedó en 9 rebotes porque la NBA, además, tiene una norma (rule 5, section 1) que castiga expresamente los intentos de tiro en el aro propio, que quedan invalidados y devuelven la posesión al otro equipo. Los Cavaliers, en medio de un tremendo jaleo mediático, acabaron multando a Davis, aunque no anunciaron públicamente la suma del castigo. Y algunos pidieron una intervención dura de la liga, que en 1996 sí había intervenido en una acción no demasiado distinta.

Entonces, en un Orlando Magic-Detroit Pistons de claro color local (113-91), el base Anthony Bowie estaba a una asistencia del triple-doble a menos de dos segundos del final. Los Magic pidieron tiempo muerto y Doug Collins, el entrenador de los Pistons, se dio cuenta de que lo que querían era preparar la jugada para la asistencia de Bowie. Así que indicó a sus jugadores que no defendieran, que dejaran que se consumara la acción (los Magic anotaron, con asistencia de Bowie, a falta de tres décimas) y que se fueran de la pista, cosa que él también hizo, mientras los Magic anotaban y el partido se acababa. La NBA sancionó a Collins (5.000 dólares de multa) por “comportamiento poco deportivo”.

A Ricky Davis le persiguió aquella jugada, criticado y víctima de chascarrillos en todas las pistas que visitaba. En diciembre de 2003 fue enviado (uno de los cinco traspasos de su carrera) a los Celtics, así que solo jugó unos meses con LeBron James. En ellos, eso sí, tuvo tiempo de hacer comentarios públicos en los que hablaba del 23 como un secundario que llegaba para ayudar a los veteranos (una obvia distorsión de la realidad), de echar alguna bronca en pleno partido al ya archifamoso rookie por no pasarle la bola y de montarle un par de problemas al nuevo entrenador, Paul Silas. Nadie le echó de menos en Cleveland Cavaliers, claro. La franquicia con cuya camiseta, eso sí, dejó una de las acciones más irrespetuosas y ridículas de la historia de la NBA. La de Wrong Rim Ricky.

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